Hace rato que estoy paseando tranquila, plácidamente, disfrutando de todas eses maravillosas cosas que, la Madre Naturaleza, me regala a diario.
Los pájaros, los pequeños insectos, los animalillos que corretean y juegan felices, sin preocupaciones, me hacen sentir bien, en paz conmigo misma y con lo que me rodea.
La Brisa que mueve el ramaje de los árboles y plantas, que refresca con suavidad mi cara y que se lleva, sin notarlo, las perlas de sudor que recorren mi frente, me hacen sentirme viva.
Todo el lugar está lleno del aroma y la fragancia de las miles de flores que tapizan el suelo, del agua que recorre el cauce del riachuelo, de la hierba y la tierra mojada por la suave llovizna de esta mañana y que hacen que me sienta libre.
Decido tumbarme sobre la húmeda y fresca hierba. ¡Qué descanso para mi dolorido cuerpo! ¡Qué remanso de paz para mi alma torturada!
Mi mente explota en miles de colores, sensaciones, sentimientos y pensamientos, desahogándose así de todos esos secretos encerrados que la enloquecen y la matan.
Lo que siento ahora... hacía tanto tiempo que no lo sentía que casi había olvidado que, algo así, se pudiera sentir.
Me siento viva, fuerte, con ganas de comerme el mundo. Me siento capaz de hacer cualquier cosa, todo lo que me proponga. Estoy llena de esperanza, ilusión, amor... Siento que puedo comprender todo lo que me digan, ayudar a todo el que me lo pida.
Y, con estos pensamientos y con la luz de este bello sol que me ilumina suavemente, me quedo dormida mirando las nubes...
"Ringgg... ringgg...". ¡Vaya! Es el maldito despertador que me traslada, bruscamente, de mi Mundo Perfecto hasta este otro, más real, más duro, lleno de dolor, agotamiento, problemas, sentimientos encontrados. Se inicia un nuevo día que no quiero vivir y sólo me queda esperar que llegue nuevamente la noche, para volver a mi Mundo Perfecto, donde no existen los problemas, el cansancio ni el dolor, donde todo es felicidad.
Los pájaros, los pequeños insectos, los animalillos que corretean y juegan felices, sin preocupaciones, me hacen sentir bien, en paz conmigo misma y con lo que me rodea.
La Brisa que mueve el ramaje de los árboles y plantas, que refresca con suavidad mi cara y que se lleva, sin notarlo, las perlas de sudor que recorren mi frente, me hacen sentirme viva.
Todo el lugar está lleno del aroma y la fragancia de las miles de flores que tapizan el suelo, del agua que recorre el cauce del riachuelo, de la hierba y la tierra mojada por la suave llovizna de esta mañana y que hacen que me sienta libre.
Decido tumbarme sobre la húmeda y fresca hierba. ¡Qué descanso para mi dolorido cuerpo! ¡Qué remanso de paz para mi alma torturada!
Mi mente explota en miles de colores, sensaciones, sentimientos y pensamientos, desahogándose así de todos esos secretos encerrados que la enloquecen y la matan.
Lo que siento ahora... hacía tanto tiempo que no lo sentía que casi había olvidado que, algo así, se pudiera sentir.
Me siento viva, fuerte, con ganas de comerme el mundo. Me siento capaz de hacer cualquier cosa, todo lo que me proponga. Estoy llena de esperanza, ilusión, amor... Siento que puedo comprender todo lo que me digan, ayudar a todo el que me lo pida.
Y, con estos pensamientos y con la luz de este bello sol que me ilumina suavemente, me quedo dormida mirando las nubes...
"Ringgg... ringgg...". ¡Vaya! Es el maldito despertador que me traslada, bruscamente, de mi Mundo Perfecto hasta este otro, más real, más duro, lleno de dolor, agotamiento, problemas, sentimientos encontrados. Se inicia un nuevo día que no quiero vivir y sólo me queda esperar que llegue nuevamente la noche, para volver a mi Mundo Perfecto, donde no existen los problemas, el cansancio ni el dolor, donde todo es felicidad.